No resulta fácil explicar el partido que se le ha escapado al Sevilla esta fría mañana de domingo en Vallecas. No lo es, porque se han dado muchas circunstancias y es complicado valorar el peso de cada una de ellas en el marcador final del encuentro.
Para empezar, conviene ponderar el esfuerzo y la fe de los franjirrojos en un partido que muchos hubieran dado por perdido. No lo permitió Jémez, que mandó un mensaje claro introduciendo a Embarba y Manucho por un lateral y un mediocentro cuando aún no se había llegado al descanso.Entre ambos, por cierto, fabricaron la acción del 1-2.
Se puede seguir por la falta de puntería de un Sevilla que pudo finiquitar la contienda por la vía rápida cuando el Rayo era un caballo desbocado y dejaba su defensa como un queso gruyère, facilitando asi las contras de los peligrosos atacantes nervionenses. A destacar el tiro al palo de Iborra sólo un minuto después de anotar el cero a dos.
En el capítulo de incidencias, es justo citar el penalti birlado a los hispalenses por un claro agarrón de Llorente a Gameiro cuando el francés se disponía a remachar a la red un pase de cabeza de Iborra.Esta vez Estrada Fernández perjudicó a los de Emery, favorecidos en jornadas anteriores con alguna que otra decisión igualmente polémica. Fútbol al fin y al cabo, algo que olvidan los aficionados más furibundos.
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